19. REFLEXIONES SOBRE EL CONFLICTO ENTRE LOS TRABAJADORES DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA Y EL GOBIERNO NACIONAL DE CARA A LA ACTUAL CRISIS ECONÓMICA. (01/10/2018).

En relación al conflicto entre las federaciones sindicales y el Gobierno Nacional, sobre el ajuste de sueldos en los tabuladores salariales de los distintos organismos de la Administración Pública, y en particular en el caso de las Instituciones de Educación Universitaria, me encuentro francamente muy preocupada e impotente al ver como las partes involucradas mantienen una postura asimétrica y olvidan que se requiere, simultáneamente, además de concertar una propuesta salarial digna, que nuestros gobernantes tomen medidas coherentes para atacar de raíz las causas de la espiral hiperinflacionaria que deteriora, continuamente y de forma abismal, el poder adquisitivo de los trabajadores.

A casi mes y medio del decreto presidencial en el que se ajustó el sueldo mínimo a BsS. 1.800, lo que representó un incremento del 5.900%, ya la hiperinflación evaporó el poder adquisitivo de los trabajadores, con la terrible consecuencia de que solo alcanza para comer, hasta ahora un tanto mejor que antes pero, de igual forma, para atender otras necesidades como salud, vestido, educación, recreación, entre otras; tendrían que dejar de comer.  Esta realidad se vislumbra mucho más pesimista, considerando que aún no se han reflejado en las estructura de costos de los bienes y servicios el impacto del incremento del costo de transporte derivado del ajuste en el precio de la gasolina. 

Las federaciones sindicales, como bien les corresponde, en representación de sus trabajadores agremiados, están exigiendo se respeten los derechos y beneficios laborales conquistados en tantos años de lucha, así como defendiendo la dignidad de los trabajadores para que el sueldo les permita cubrir todas sus necesidades básicas; todo ello, claro está, enmarcado dentro del principio de la meritocracia (Ver reflexión N°14). No obstante, los representantes del Estado, en su condición de patrono, luego de haber cometido el error de tomar decisiones arbitrarias e imponer unilateralmente unas condiciones salariales en las que se desconocen los acuerdos preexistentes, han asumido la labor de sentarse a negociar y solicitar una cuota de sacrificio que deben aportar los funcionarios públicos para afrontar la grave crisis que vive nuestro país (Ver reflexión N° 10). Desafortunadamente, lo que se asoma, no es nada alentador y suena honestamente muy cruel e incoherente. 

En mi reflexión N° 07, advertí sobre la viabilidad de que el Gobierno Nacional asumiera el pago de las nóminas de los trabajadores del sector privado, señalando que la nómina de la Administración Pública iba a representar un impacto considerable. En este sentido, si hasta la fecha los ingresos del Estado no han sido suficientes para afrontar el gasto público, entonces asumir el subsidio ofrecido al sector privado va a agudizar el problema del déficit fiscal y peor aún, tomando en cuenta el deterioro del sector formal de la economía quienes son los que en definitiva, con el pago de impuestos, aportan recursos al Estado. En consecuencia, si nuestros gobernantes no logran equilibrar el déficit fiscal, inevitablemente, se verán tentados a continuar cometiendo el error de emitir dinero inorgánico como fuente de financiamiento, con la terrible consecuencia de seguir alimentando el monstruo de la hiperinflación.

Yo insisto, de manera responsable, que la actual coyuntura requiere el sacrificio y aporte de todos (Pueblo, Trabajadores, Sector Privado y Gobierno) para frenar el proceso hiperinflacionario y superar esta crisis, pero la solución definitiva no será posible si nuestros gobernantes no inspiran confianza y asumen de igual manera sacrificios de su parte, siendo coherentes con sus decisiones y emanando señales que vislumbren cambios positivos.

Hasta el presente han habido 25 ajustes salariales pasando de BsF. 5.622,48 en febrero de 2015 hasta hoy día, lo que representa un incremento del 32.014%. De esto, todos hemos sido testigos que, nuestro poder adquisitivo es inversamente desproporcional al porcentaje de los incrementos salariales, por lo que no se entiende que nuestros gobernantes no hayan aprendido la lección. Entonces, ¿cuál es el problema?, ¿Cuál es la solución?, ¿Qué deberían hacer nuestros gobernantes? y ¿Por qué no lo han hecho?

Nuestros Gobernantes, en lugar de aumentar los sueldos, deberían tomar medidas que frenen la hiperinflación y se logré progresivamente recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores. De no ser así, estaremos condenados a repetir la historia y convertir estos ajustes salariales en un círculo pernicioso, en el que cualquier sacrificio adicional, al que ya estamos sometidos, será en vano.

Mi posición sigue siendo la misma, plasmada en mis anteriores reflexiones. He decidido seguir luchando por mi país y he encontrado en esta vía una opción para expresarme y que estos planteamientos puedan llegar a todos los involucrados, esperando sean visto con objetividad y como críticas constructivas que permita despertar nuestras consciencia para los cambios que necesitamos sembrar en nuestra sociedad.

Lo primero que deberían hacer nuestros gobernantes es, permitir que el sector privado absorba el gasto de sus nóminas en sus estructuras de costos a fin de, suspender el subsidio y destinar estos recursos para cubrir el gasto público, del cual el gasto de personal, infortunadamente, se lleva un porcentaje importante. El rol del sector privado debe ser contribuir con el Estado, especialmente con el pago de impuestos. Buena parte del déficit fiscal es consecuencia de los subsidios a organismos e instituciones públicas que son premiadas por su ineficiencia; en contraposición, para las empresas privadas la ineficiencia es la quiebra.

Ya basta que las políticas del gobierno estén orientadas a premiar y apoyar al sector de la economía informal, quienes no contribuyen absolutamente en nada con el Estado, con el Gobierno, con la sociedad, con el pueblo, más allá de satisfacer sus necesidades y aspiraciones personales. Éste sector debe ser apoyado, motivado y orientado para que se inserten a la economía formal, con el fin de que contribuyan con nuestros gobernantes a solventar los problemas del país. Estoy convencida que de tomarse medidas al respecto los ingresos fiscales aumentarían de forma significativa. Es muy simple, el déficit fiscal se resuelve aumentando los ingresos o reduciendo los gastos. 

Si el señor Presidente públicamente reconoció que ya no podían seguir emitiendo dinero inorgánico, entonces debemos tener claro que, considerando la comprometida renta petrolera, el Gobierno dependerá fundamentalmente de la recaudación fiscal, es decir, de los impuestos recaudados principalmente por las actividades generadas por el aparato productivo nacional (industrias, empresas, comercios, profesionales independientes, entre otros); en otras palabras, de toda actividad productiva enmarcada dentro de la economía formal. Esta medida fundamental de promover la economía formal, en aras de incrementar la recaudación fiscal, no será suficiente si no se controlan los niveles de corrupción, lo cual se ha convertido en un grifo abierto de despilfarro y pérdida de recursos para el Estado. 

Aunque la política del Gobierno insista en aferrarse a mantener el Sistema de Control de Cambio, debo, responsablemente, ratificar mi opinión que todo esfuerzo que se realice no dará resultados definitivos si no pasa por desmontar este sistema y permitir un libre mercado en el que se eliminen las distorsiones y oportunidades de especulación en torno al tipo de cambio. Imaginen los ingresos que el Estado podría percibir por concepto de comisión por las transacciones en un mercado libre regulado por un ente central. Lamentablemente, en tantos años, no se ha terminado de comprender que el mayor ecosistema de la corrupción en nuestro país está en la imposición de controles que terminan generando distorsiones y oportunidades para los especuladores y para quienes se aprovechan de información privilegiada.

Deseo que estas reflexiones sean compartidas con todos los involucrados y Dios ilumine con sabiduría a nuestros gobernantes, así como a todos los que debemos asumir la responsabilidad de aportar un granito de arena para que nuestro pueblo pueda superar este calvario y juntos podamos abrir caminos para conquistar la felicidad y bienestar social que todos merecemos.

AMM.

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