20. REFLEXIONES SOBRE EL CONTINUO ÉXODO DE VENEZOLANOS ESCAPANDO DE LA CRISIS ECONÓMICA DE NUESTRO PAÍS (03/10/2018)



Veo con profunda tristeza las calles de mi ciudad cada vez más vacías, imagino es el reflejo de nuestro país. En cada hogar, en cada trabajo, en cada espacio se contabilizan, cada vez, más personas emprendiendo la aventura a lo desconocido porque piensan que ello representa más esperanza que el solo hecho de quedarse a languidecer sin ni siquiera poder resolver la mínima necesidad de proveer de alimentos para su familia y no hablemos de los problemas de salud, vestido y educación de sus hijos, los cuales resultan imposible de afrontar. Emigrar no es una decisión fácil, nadie abandona su país, salvo porque se vea obligado a hacerlo.
Como hija de inmigrantes e hija de mi amada patria Venezuela, manifiesto mi profundo y sincero agradecimiento a este noble pueblo, por abrirles los brazos y corazones a mis abuelos, padres y familiares quienes, huyendo de las miserias y de hambre de la segunda guerra mundial, encontraron en este país su segundo hogar. Todos ellos, italianos, españoles, portugueses, entre otras nacionalidades; encontraron prosperidad y fraternidad, salvo pocos casos de xenofobia que eran cuestionados por la mayoría del pueblo. Muchas de estas personas son quienes, hoy día, se resisten a abandonar esta adorada tierra que después de tantos años se convirtió en su hogar predilecto. 
Esta apreciación me toca profundamente el corazón cuando pienso en los millones de compatriotas que, bajo la desesperanza y desesperación, han emigrado buscando un mejor futuro para sus familias. Pienso en la avalancha de venezolanos que continuarán escapando de está diabólica crisis económica y me embarga el desconsuelo de sentir que quienes seguimos luchando y apostando por nuestro país cada vez nos vamos quedando más solos. Pienso en la fuga del valioso capital humano, formado en nuestro país, muchos con inversión del Estado, y quienes terminarán aportando plusvalía a las economías de otros países. Agradezco a todos estos países hermanos la acogida y oportunidades ofrecidas a nuestros compatriotas, sin embargo, siento dolor en pensar lo mal que muchos lo pueden estar pasando ante el maltrato de algunos ciudadanos de otros países. Pienso en todas esas familias desmembradas, separadas por montañas, ríos y mares y se me aprisiona el corazón. Sé que se siente vivir en otro país, con otras costumbres, y sé lo que duele no sentir el sazón de nuestra comida, no tener a nuestra familia cerca, a nuestros amigos, estar alejados de nuestra idiosincrasia, sé lo que duele escuchar nuestra música con la nostalgia del calor de nuestro pueblo ¡Duele mucho! Quienes se van viven lo idílico de una luna de miel, pero al pasar del tiempo la añoranza empieza a convertirse en una necesidad insatisfecha que nunca les permitirá alcanzar la felicidad plena por más que logren satisfacer con creces sus necesidades básicas y profesionales. Conozco ese sentimiento, fue el que percibí de mis padres y también viví en carne propia en mi experiencia durante 5 años, mientras realizaba mis estudios doctorales. Quienes emigran viven en una prisión,  con comodidades, porque sus corazones quedaron presos en su país de origen.
Siento una gran impotencia de ver que no terminan de producirse los cambios que necesita nuestro país para recuperarnos de esta crisis hiperinflacionaria que se convirtió en una espiral tóxica. Con crítica constructiva, mantengo mis opiniones sobre los desaciertos que están cometiendo nuestros gobernantes y que de no rectificar, terminarán siendo perjudicados hasta ellos mismos. 
Las políticas populistas que terminan premiando a todos por igual, favoreciendo e incentivando a los menos competentes y hasta a los menos necesitados, por la viveza criolla de nuestra idiosincrasia, ha desmoralizado a buena parte del pueblo. En lo particular, la imposición de un tabulador salarial único en la administración pública que menosprecia la meritocracia, la jerarquía y los niveles de responsabilidad, aunado a la creciente hiperinflación y las limitaciones para cubrir las necesidades de salud, vestido y educación, está siendo el detonador para incentivar una nueva ola de éxodo masivo de venezolanos. Cuando se premia la ociosidad y se castiga el mérito terminamos todos siendo mediocres, mientras que cuando se premia el mérito y se castiga al ocio, se estimula la sana competencia y se alcanza la excelencia. Sin desmerecer, acaso es justo que un maestro gane igual que un aseador, que un general gane igual que un soldado, que un inversionista gane igual que un trabajador. No es justo, porque el perfil de educación, el nivel de responsabilidad y los niveles de riegos no son los mismos. Si todos ganarán igual, no habría maestros, no habría generales, nadie aceptaría un cargo de responsabilidad  y no habría empresarios.
No crítico a quienes hayan decidido abandonar el barco, al contrario, admiro su valentía y coraje por el sacrificio que asumen, todo por apoyar con remesas al resto de su familia que permanecerá en el país; bendigo sus caminos para que logren prosperidad y un día, cuando las condiciones mejoren, regresen e inviertan sus ahorros en nuestro país para construir un mejor futuro. Pienso en lo afortunado que son los países de acogidas de recibir, salvo casos excepcionales de compatriotas descarriados, a excelentes trabajadores en las distintas áreas del conocimiento, con un nivel de formación profesional que enaltece el nombre de nuestro país donde quieran que vayan.
Deseo ser una partícula atómica más, que ayude a gestar una reacción en cadena, que propicie un cambio positivo. Anhelo, con el alma, que Dios obre el milagro de tocar los corazones de nuestros gobernantes para que, con la empatía de sentir el dolor ajeno, puedan tomar las decisiones más acertadas que permitan resolver de raíz los problemas de nuestro país y un día podamos acoger de regreso a todos nuestros compatriotas para que juntos ayudemos a construir una sociedad más justa, donde todos podamos disfrutar de la máxima felicidad, aquella que significa el bienestar y prosperidad de todos, en armonía, sin desigualdad, sin egoísmo y mezquindades, sin que el sistema permita que algunos se aprovechen de otros para alcanzar sus ambiciones personales.
AMM.

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