La Escafandra del optimista

Qué maravilloso sentir como Dios se manifiesta de infinitas formas cuando más le necesitamos. Una de las formas en que se me manifestó, después de haber vivido unos momentos difíciles que me hundieron en una depresión, gracias a Dios, temporal, fue con un artículo de revista que un amigo muy especial, Reiniero, primero me leyó por teléfono y luego me llevó a casa. Ese artículo se titula “LA ESCAFANDRA DEL OPTIMISTA”. Me ha gustado tanto que he transcrito un resumen del mismo para compartirlo con ustedes.

LA ESCAFANDRA DEL OPTIMISMO
Ser optimista contribuye a alcanzar el éxito y salvaguarda nuestra salud.
Según el Diccionario de la Real Academia, Escafandra significa “Aparato compuesto de una vestidura impermeable y un casco perfectamente cerrado, con un cristal frente a la cara, y orificios y tubos para renovar el aire, que sirve para permanecer y trabajar debajo del agua.

En momentos difíciles de la vida, ser optimista nos proporciona un blindaje especial que nos protege contra las adversidades. Como un buzo que trabaja en el fondo del mar, quien es optimista se viste virtualmente de un traje especial “Escafandra”, con el cual es capaz de actuar al margen del desánimo y ver con claridad en aguas revueltas.

La principal característica de un optimista es la esperanza. La esperanza significa, ante todo, pensar que las personas son responsables y protagonistas de sus actos, por lo que se comprometen activamente a alcanzar los fines deseados. Dicho de otro modo, el optimista no se rinde y se siente capaz de abordar cualquier proyecto “realista” porque tiene la esperanza de llevarlo a buen fin. El optimista que proyecta sus sueños desde el realismo se garantiza una feliz travesía hacia el éxito. Para ello es necesario que hagamos previamente un análisis que nos permita clarificar cuáles son nuestros objetivos y cuáles son los recursos con los que contamos para lograr los objetivos. La esperanza genera confianza en uno mismo, la cual genera buenos resultados y, con ellos, más esperanza.

Hay que tener cuidado y no confundir el optimismo sano con el optimismo en exceso. Las personas que llevan el optimismo al exceso presentan los siguientes síntomas: sólo perciben, recuerdan y comunican aspectos positivos de las situaciones; ignorando los aspectos negativos, peligros o problemas. Es decir, cuando un acontecimiento negativo es evidente, lo reinterpretan de forma optimista; de tal manera que están convencidos que todo irá bien en el futuro y de que no habrá problema o dificultad que no se supere. Como decía Einstein, todo ser humano utiliza una parte ínfima de sus recursos y capacidades; por eso, la escafandra del optimismo, puede darnos la oportunidad de explorar hasta dónde somos capaces de llegar. Además, salvaguarda nuestra salud, ya que las estadísticas demuestran que las personas positivas están menos expuestas a las enfermedades que las personas negativas.

Thomas A. Edison es una buena referencia de haber vestido la escafandra del optimismo. Thomas intentó decenas de miles de veces hasta lograr inventar el bombillo con el que se hiciera la luz. Se cuenta que en una ocasión, un discípulo suyo le preguntó: “Maestro ¿cómo es que después de tantos fallos y errores usted sigue adelante?”. A lo que el inventor respondió: “¿Fallos y errores? No conozco estas palabras. Sólo puedo decir que ahora tengo 912 formas de cómo no hacer una bombilla”. Esto evidencia que lograr un objetivo, que pareciera imposible, representa un 1% de deseo y un 99% de esfuerzo y perseverancia. En otras palabras, las personas que logran algo que otros piensan como imposible, combinan la esperanza y tenacidad.

Antes de alcanzar el éxito deseado, habremos tropezado “fracasado” en muchos intentos antes de concretar nuestros objetivos. “El fracaso es la autopsia del éxito” Og Mandino. Conscientes de esto, la clave del éxito radica en no quedarnos caídos cuando hayamos tropezado, sino, reflexionar y tomar fuerzas renovadas para levantarnos y seguir adelante. Justo esto fue lo que me pasó hace pocos días. Como muchas otras veces, tropecé y me sentí débil, derrotada, “fracasada” con ganas de abandonar y desistir a todo esfuerzo; sin embargo, quién dijo que el que nos pase esto y nos sintamos así es malo. ¡No, creo que no¡. Malo es que nos rindamos definitivamente y que no continuemos luchando; por tanto, me siento orgullosa de haber llevado mi luto particular, de haber reflexionado y sobre todo de haber tomado un impulso nuevo para luchar con más fuerza para lograr aquello que tanto quiero.

No debemos entender que el ser optimista es un estado perenne en el ser humano. El optimismo es como un traje que se quita se lava y nos los volvemos a poner; por eso lo de la escafandra del optimismo.

Un buen ejemplo para que entendamos y nos motivemos aún más es Barack Obama, quien afirmaba en su campaña: “El cambio no llegará si esperamos a otras personas o a otra época, porque somos nosotros quiénes hemos estado esperando, nosotros somos el cambio que buscamos”. Pese a los condicionantes de raza, extracto social, juventud que caracterizaba su candidatura, el ex senador de Illinois no sólo ha logrado lo imposible, sino que ha demostrado que el optimismo, plasmado en su lema “Sí podemos”, vende más que el miedo.

Espero que les haya gustado el mensaje y pueda haberles sido útil como para mi lo fue.

Un beso. Nina.

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