NO SE VISLUMBRA INTENCIONES SERIAS DE RESOLVER LA CRISIS VENEZOLANA
Con el debido respeto a los expertos en economía, comparto mi opinión sobre las soluciones necesarias para salir de esta crisis económica que está afectando a buena parte del pueblo venezolano.
Hay que empezar aclarando que la
economía no es estática sino dinámica y que la complejidad pasa por engranar y
articular todas las piezas que forman parte del sistema. Es por ello que
cualquier medida a implementar requiere de vigilancia y de un continuo seguimiento para ir
corrigiendo y acoplando las imperfecciones del mercado y los efectos
colaterales en el resto de los factores de la economía.
Lamentablemente, los economistas, tal cual tuvieran puestas unas gríngolas, limitan su visión enmarcando las soluciones dentro de paradigmas que van desde el neoliberalismo hasta fundamentos ortodoxos y las recetas se restringen a modelos económicos tradicionales aplicados en experiencias vividas a nivel mundial. Grave error que condena a repetir las consecuencias negativas del pasado. En nuestra realidad, la economía venezolana, representa un caso único en el mundo, sin precedente en la historia económica. Pretender aplicar recetas tradicionales es absurdo, considerando que nuestra contexto es atípico, particular y complejo.
Tenemos una economía
pervertida gracias a un sistema de
control de cambio, forzosamente mantenido en el tiempo y que ha creado
oportunidades de arbitraje y especulación en la que muchos han generado
riquezas de forma egoísta, generando prosperidad particular y no colectiva,
sin aportar ninguna contribución al Estado ni a la sociedad. Nuestro problema
se ha agravado por el continuo colapso del aparato productivo que derivó en una
disminución considerable de los niveles de producción, que ante una elevada
demanda disparó los índices de inflación.
Ante el déficit de la producción nacional, agudizada desde el año 2016, de
manera informal e indiscriminada, en aras de atender las necesidades de
consumos de los productos básicos, el gobierno permitió la libre importación de
alimentos y materia prima para poder saciar el hambre de un pueblo que gritaba
en silencio su desesperación. Desafortunadamente, esta decisión del gobierno
privilegió las importaciones, favoreciendo las economías de otros países sacrificando aún más nuestro apartado
productivo hasta que al tiempo, se permitió que las industrias nacionales
realizaran sus importaciones de materia prima por su cuenta, sin depender del
subsidio de un dólar preferencial del que ya no disponía el Estado a
consecuencia de la caída de los ingresos petroleros y del bloqueo internacional.
Esta época nefasta despertó la
versión maquiavélica de los mercados negros, cuya escuela hasta ese entonces se
limitaba al mercado de divisas, los vehículos Toyota y el oro gris “cemento”, y
empezamos a ver como afloró en muchas personas la avaricia por participar del
gran negocio de comprar productos a precios regulados para luego venderlos a
precio de mercado libre, donde el valor de los bienes escasos se apreciaban continuamente. Y fue así que vivimos la tristeza de ver como compatriotas
hermanos, para resolver sus problemas económicos particulares se dedicaron a
incursionar en el negocio del mercado negro de alimentos y medicinas. Lo
increíble fue ver como todos los que participamos, unos por necesidad y otros
por comodidad, terminábamos sintiéndonos agradecidos con las personas que
hacían la labor de intermediación. Es triste ver como la ignorancia de un
pueblo no les permite comprender que la economía informal no contribuye a la
prosperidad del país y por ende no aporta al Estado para que se gestionen los
servicios públicos y los sistemas de salud, educación, seguridad e infraestructuras. Pero es de comprender que no solo hay ignorancia en el pueblo, sino
también decepción y falta de credibilidad en la gestión pública pues los
grandes actos de corrupción y la proliferación en todos los niveles de la
estructura de la administración pública ha desvirtuado la esencia del deber ser,
en lo que radicaría parte de la solución a los problemas de nuestro país.
Si miramos el pasado reciente,
recordaremos como, al liberarse los precios de mercado haciendo que los
productos nacionales fuesen equivalentes a sus homólogos importados, fue el
punto de partida para recuperar la producción interna, activándose nuevamente
el aparato productivo.
Hoy día hemos superado esa
experiencia y ahora nos encontramos ante otro mercado negro en torno a bienes producidos
y comercializados por el Estado, la Gasolina y el Gas. Y aquí se repite la
historia y seguro también pasará y tarde o temprano volveremos a la normalidad,
felices porque estaremos resignados a pagar más caro pero sin tener que padecer
las infernales colas, alcabalas y sobreprecios. El problema siguiente se vislumbra al considerar que el 90% del
pueblo no tendrá poder adquisitivo para cubrir las necesidades de estos bienes.
Llegado a este punto, es
importante puntualizar quienes son los culpables de que se hayan gestado el
negocio de los mercados negros en todos estos rubros. Pues podríamos
profundizar en muchas justificaciones y culpables, pero la principal responsabilidad
recae en las políticas del gobierno que han mantenido en el tiempo un SISTEMA
DE CONTROL DE CAMBIO que significó el ecosistema perfecto para encubar la
corrupción y propiciar las distorsiones de los mercados. Desafortunadamente,
hoy día se han acumulado tantos problemas, de carácter estructural, que resultará complejo y difícil
recuperar la normalidad de nuestra economía. El mayor reto que han de afrontar
quienes lideren los cambios necesarios será recuperar el valor de nuestra
moneda nacional, el Bolívar Soberano, cuyo poder adquisitivo se ha devaluado a
niveles que ya resultará inviable recurrir a una tercera reconversión
monetaria. Por otra parte, dentro de poco tiempo veremos la inevitable sinceración de costos de los bienes y servicios públicos, lo que incidirá de forma importante en la
inflación haciendo que el poder de compra del pueblo se deteriore aún más.
En la actualidad, la situación
país, caracterizada por una hiperinflación acentuada por el fenómeno de la
seudo dolarización y condimentada por los efectos colaterales de la pandemia
COVID, ha colapsado nuestra economía, golpeando no solo al pueblo sino
desestabilizando el aparato productivo y comprometiendo las finanzas del Estado. Muchos sostienen que la solución pasa
por un cambio radical que abone el terreno para sembrar la semilla de la
confianza, mientras otros plantean que la solución a merita aumentar los niveles de producción. Lo cierto es que, ambas opciones no serían efectivas si no se
incrementa el poder adquisitivo del pueblo, en especial de los trabajadores
públicos, para lo cual se requiere aplicar un incremento sustancial de sueldos,
que en las condiciones actuales terminaría alimentando el monstruo de la
INFLACIÓN.
Llegado a este punto, en mi
opinión la solución amerita, por una parte, la ELIMINACIÓN DEL CONTROL DE CAMBIO, con
la consecuente libertad económica, donde el libre mercado de divisas opere con
transparencia, bajo las regulaciones del Banco Central de Venezuela, y la
intermediación se negocie en el Sistema Financiero Nacional. Y, por otra parte,
se requiere la urgente IMPLEMENTACIÓN
DEL PETRO como segunda moneda "digital". La clave del éxito del Petro estará
en que su valor nominal significará un poder adquisitivo mayor que el que
resultare de la convertibilidad en el mercado cambiario; esto garantizará que la
liquidez de esta moneda sea utilizada para alimentar los factores internos de
nuestra economía.
Antonina Modica Milo
25/01/2021
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