REFLEXIONES SOBRE EL CORONAVIRUS Y LA MUERTE


REFLEXIONES SOBRE EL CORONAVIRUS Y LA MUERTE.

Es la primera vez que vivimos una experiencia donde la humanidad está unida por un vínculo común “EL CORONAVIRUS”. Hasta ahora hemos visto experiencias puntuales como desastres naturales o atentados terroristas, pero nunca algo que afectara por igual a todos los seres humanos sin distingo de raza, posición económica, religión y frontera. Está resultando muy duro ver que esta tragedia se ha agudizado por la falta de visión y previsión de los gobernantes a nivel mundial, quienes en lugar de destinar mayor presupuesto público al sistema de salud se han dedicado a priorizar los gastos bélicos, habiéndose siempre especulado que la tercera guerra mundial habría de ser química y bacteriológica. Me inclino a pensar que esta pandemia tiene connotaciones maquiavélicas de carácter político-económico, pues me resulta absurdo que una población indeterminada de un supuesto murciélago haya sido el transmisor de este virus, SARS-CoV19, a los seres humanos que por efecto exponencial se multiplicó a niveles difíciles de controlar. Llama la atención como el índice de mortalidad ha afectado en aproximadamente un 95% al extracto de la población ubicada en la tercera y cuarta edad, siendo afectada en un menor porcentaje las personas menores de 60 años quienes según tienen un sistema inmunológico debilitado a causa de otras patologías. No sé, pero me viene a la mente la historia de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, cuando planteaban la depuración de la raza humana eliminando a los Judíos. Lo cierto es que a pesar de las consecuencias en la economía a nivel mundial, resultará obvio que los sistemas de seguridad social de los países desarrollados van a verse aliviados por la disminución de la carga social que venían soportando considerando el desbalance entre la población económicamente activa y la no activa. Imaginemos por un momento que esta pandemia se llevara en su mayoría a nuestros niños y jóvenes; DIOS...... sería devastador y aterrador pensar que nuestros mayores quedaran solos y desprotegidos. Lamentablemente esta tragedia ha llevado a cientos de miles de familias a llorar por la partida de sus seres queridos, con el trauma adicional de no haber tenido la oportunidad de despedirse con un abrazo, con un beso y acompañarlos hasta su última morada, definitivamente muy devastador para quienes infortunadamente tengan que vivir esta experiencia. Mientras, el resto de la humanidad se enfrentará a un efecto colateral, “EL MIEDO”, que considero es peor que hasta el propio virus, pues se ha convertido en un sentimiento colectivo que se agudiza con el pánico y la paranoia colectiva, el cual está despertando lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros. Pienso que el momento histórico en el que está ocurriendo esto, época de cuaresma y recogimiento espiritual, es significativo para que se produzca un despertar de consciencia colectiva que contribuirá a depurar las energías que fluyen en el universo. Es hora de apartar los malos sentimientos, entre los que el egoísmo marca el ritmo de muchas personas, y abrir nuestros corazones para pensar más en nuestros prójimos. Ahora bien, el MIEDO A MORIR, producto del contagio del coronavirus nos ha llevado a desarrollar un estado de estrés y depresión que seguramente incidirá de manera significativa en un debilitamiento de nuestro sistema inmunológico, haciendo que se manifiesten síntomas que podrían confundirse con la patología derivada del coronavirus. Estoy convencida que buena parte de la población mundial ha desarrollado síntomas hipocondríacos y en procura de evitar las consecuencias de esta enfermedad han contribuido a colapsar los servicios sanitarios. Lo más lamentable será que de prolongarse por mucho más tiempo esta tendencia empezaremos a ver cuadro agudos de depresión y comportamientos agresivos pretendiendo preservar sus vidas ante la de las personas a su alrededor. Quienes no recuerdan lo vivido cuando se descubrió el virus del SIDA, con el agravante que hasta la fecha aún “supuestamente” no han descubierto la vacuna correspondiente, cuántos tabúes y desconocimiento sembró paranoias y discriminación entre las personas que padecían esta enfermedad, es bueno recordar para comprender lo que nos tocará vivir. En este sentido, debemos crear consciencia de que la normalidad va a requerir de mucho tiempo, razón por la cual tenemos que asumir un cambio de paradigma en nuestro comportamiento social y en los hábitos de higiene, pues hasta que no salga una vacuna que logre inmunizar a la población mundial o que la mayoría de la población alcance una inmunidad natural, el riesgo seguirá estando latente. Ahora el sentir colectivo deber ser como cuidarnos los unos a los otros, sin egoísmo ni mezquindades. En lo sucesivo, ante cualquier cuadro gripal tendremos que asumir por voluntad propia una “cuarentena”, es decir una reclusión voluntaria de quince días en casa con extremas medidas de precaución para proteger a los miembros de nuestro grupo familiar. Ya no se verán, como en el pasado, personas que a pesar de tener síntomas leves de gripe aun así asistían a sus actividades cotidianas. En este despertar de consciencia deberá prevalecer el sentir de solidaridad y amor hacia nuestros prójimos para evitar que se trasmita la enfermedad y se propague nuevamente el contagio de manera exponencial. Mientras todo esto transcurra debemos contribuir con nuestro granito de arena con mayor consciencia social y entender que la vida debe continuar, por eso debemos dar gracias a todos las personas valientes que se exponen día a día para que podemos contar con los servicios de salud, alimentos y medicinas. Finalmente, no olvidemos que DIOS no abandonará a su pueblo y pronto volverá a salir el sol y la humanidad habrá aprendido una gran lección de amor y empatía. Que tengan un feliz y bendecido día.

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