LA TRISTE REALIDAD DE UN TRABAJADOR EN VENEZUELA



LA TRISTE REALIDAD DE UN TRABAJADOR EN VENEZUELA


Si bien el motor que impulsa la prosperidad de un país es su aparato productivo, lo más importante y valioso es su capital humano conformado por los trabajadores, quienes con conocimientos y esfuerzos aportan valor añadido a la producción nacional. En ese colectivo de trabajadores se encuentran los que trabajan en la empresas públicas y los que trabajan en la empresas privadas, los que forman parte de la economía informal y los que están o no amparados por el marco legal laboral. Todos son trabajadores, pero no todos son tratados por igual. 

Desafortunadamente, estamos bajo una realidad distorsionada donde muchos valores se invirtieron creándose un gran daño estructural a la sociedad. Empecemos por comparar la remuneración que percibe un trabajador por cumplir su jornada laboral con el ingreso que perciben quienes sin hacer nada obtienen un bono de la patria, que suele ser mayor que el ingreso percibido por la mayoría de funcionarios públicos. Si bien se entiende que el objetivo altruista es apoyar al pueblo, este beneficio ha tergiversado su esencia y se ha convertido en un estímulo para el desincentivo al trabajo. Hubo un tiempo en que algunos trabajadores abandonaron sus puestos de trabajo porque percibían más ingresos a través de los bonos de la Patria y era más productivo y rentable invertir su tiempo en las infinitas colas para comprar comida y luego revenderlas a un precio mayor. 

La diferencia entre los trabajadores de la Administración Pública y los de la empresa privada es abismal. Desde el ultimo incremento salarial la inflación ha sido tan abrupta que las empresas privadas, por iniciativa propia, han otorgado aumentos salariales muy por encima del sueldo mínimo e inclusive de los tabuladores salariales de la Administración Pública. Esto, a la fecha, ha rezagado a los funcionarios públicos a tal suerte que para los trabajadores de los niveles bajo y medio les alcanzará, a lo sumo, para comer un día con el sueldo de un mes. 

Hoy día, gracias a la Seudo Dolarización, que permitió un libertinaje económico, ahora tenemos un mercado laboral cotizado en dólares, pero eso sí fuera del marco legal laboral y sin aportar ninguna contribución al sistema de la Seguridad Social. Luego entonces existen trabajadores de primera, de segunda y de tercera.

Es lamentable que estas realidades hayan creado distorsiones que crean malestares y competencia desleal entre las empresas que quieren mantener su fuerza laboral dentro del marco laboral legal y constitucional y no puedan ofrecerles a sus trabajadores condiciones viables, pues el marco de referencia es más atractivo. Hoy día, los trabajadores valoran más la cantidad de dinero que perciben a todos los beneficios que significa estar amparados por la LOTTT 2012 y no les quito razón, pues las necesidades pesan más que la legalidad.  

El daño social causado es tal que el trabajo formal está estigmatizado. Los valores se han invertido. Es opinión de muchos, que es una vergüenza y un maltrato trabajar por un miserable sueldo, entonces se prefiere cualquier otra opción que represente mayores ingresos.  

Me pregunto, nuestros gobernantes serán conscientes del daño causado y que terminará revertiéndose contra ellos. Serán conscientes de que el Estado ya no podrá seguir asumiendo una carga laboral y social improductiva. Que el país necesita trabajadores capaces y dispuestos a aportar con su esfuerzo el trabajo digno y honrado que llevará a reconstruir nuestro país; pero para ello, deben entender nuestros gobernantes que debe existir reciprocidad en la relación laboral. Un trabajador debe percibir una compensación justa y digna que les permita cubrir las necesidades básicas de su núcleo familiar y más allá, pues para que un trabajador sea productivo también ha de satisfacer sus necesidades de esparcimiento, recreación, superación personal y profesional y ello solo es posible cuando con sus ingresos puedan tener acceso a las opciones que les permita disfrutar de una calidad de vida óptima. No obstante, la inflación es el peor enemigo de un trabajador pues devora despiadadamente su sueldo negandoles la oportunidad de cubrir sus necesidades.

Es responsabilidad absoluta de los Gobernante tomar las decisiones acertadas para que la economía del país tenga las condiciones de equilibrio que procuren la estabilidad y garanticen el poder adquisitivo del sueldo de los trabajadores. 

Deseo, DIOS ilumine a nuestros gobernantes y reflexionen sobre la realidad que viven los trabajadores para que con empatía y sabiduría logren encontrar las soluciones idóneas para rectificar el camino y conducir al pueblo venezolano a un mejor futuro, donde la prosperidad sea el común denominador de todos los que con su esfuerzo y trabajo aportan un granito de arena a la patria.

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