AUXILIO...

 

AUXILIO... Tenemos un país destruido, una sociedad debilitada y una economía colapsada. Nuestro país vivía de la gallinita de los huevos de oro, la otrora Industria Petrolera, pero la corrupción, la desinversión y la caída en el precio internacional del petróleo acabó con la mayor fuente de ingresos de la administración pública. Por otra parte, el populismo y demagogia política convirtió a la mayor parte del pueblo en dependientes de las dádivas, haciéndoles esclavos de la ignorancia y de la dependencia. La mayor ambición de muchos ha sido generar riqueza a través de hacer negocios fáciles, en el argot popular bachaquear. Pocos apuestan por generar prosperidad en armonía con su entorno, es decir apostar por el emprendimiento formal que genera fuentes de empleos formales, atender las necesidades de su comunidad y en especial contribuye con el pago de impuestos para que los gobernantes de turno puedan ejercer la gestión pública con obras que aporten beneficio al pueblo a través de mejor calidad de los sistemas de educación, salud y servicios públicos, así como obras de infraestructura que contribuyan al desarrollo del país. En este momento histórico, que pareciera estar ocurriendo el Apocalipsis, me pregunto: qué debemos hacer para reconstruir nuestro país, para reinventarnos y renacer de las cenizas tal cual el ave fénix. Quién o quienes tienen la receta mágica para salir de este abismo. Cuánto tiempo hará falta para que empecemos a ver los cambios necesarios. Lo único que tengo claro es que, además de líderes y políticas económicas que generen CONFIANZA, el cambio amerita un despertar de consciencia y un cambio radical en la cultura de nuestra sociedad. Debemos sembrar en las mentes y corazones de nuestro pueblo, en especial de nuestros niños y jóvenes, que el futuro se construye desde la educación y la formación de valores y principios que rigen las reglas de la sociedad. Luego, sembrar consciencia de que debemos contribuir con nuestro país con una cultura fiscal donde entendamos que es nuestro deber y obligación pagar impuestos y es nuestro derecho exigir a los gobernantes de turno transparencia y el uso eficiente de los recursos fiscales en la gestión pública. Yo comprendo que ésto suene incomprensible cuando vemos que no merece la pena pagar impuesto pues la corrupción desvirtúa los fines de la gestión pública, cuando se nos castiga como pueblo con el peor impuesto “LA INFLACIÓN”, cuando no vemos retribuidos nuestro aporte con sueldos dignos para los maestros, médicos, enfermeros, policías, quienes si estuvieran motivados seguro desempeñarían sus roles con mayor motivación en los sistemas de educación, salud y seguridad. Se que no se han hecho las cosas bien, pero tenemos que entender que este país deberá cambiar más temprano que tarde y que todos y cada uno de nosotros debemos asumir un rol protagónico aportando nuestro granito de arena para garantizar que nuestros hijos, nietos y próximas generaciones puedan disfrutar de un mejor país, con la bendición de DIOS.

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