15. REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA SEGÚN MAQUIAVELO Y LOS POLÍTICOS DE NUESTRO PAÍS (18/09/2018)



Desde que tengo uso de razón, he visto la política como una simple espectadora, observando como independientemente de la tendencia filosófica, la gran mayoría de los políticos guardan un común denominador. Muchas veces, en mi ignorancia, me esmeraba en afirmar que yo no era política, sin embargo, entendí que todos somos políticos, unos están en el poder en su rol de gobernantes y otros están asumiendo el rol de gobernados. Este es el enfoque de la política plasmado por Maquiavelo, conocido como el padre de la política moderna, en su famosa obra "El Príncipe”, cuyas interpretaciones han sido muy diversas, siendo uno de los escritos más polémicos y controvertidos de la historia. Esta famosa obra literaria contiene una recopilación de consejos sobre cuál es el más eficaz comportamiento político del gobernante, el cual choca directamente con las ideas de la moral cristiana, y donde se justifica el uso de cualquier medio para lograr su único fin, acceder o mantenerse en el poder. De esto se acuña la frase “El fin justifica los medios”. Casi cinco siglos después, este documento se ha convertido en el marco de referencia, siendo para muchos políticos en la historia de la humanidad, el manual de procedimientos a seguir.

En términos sencillos, la política se circunscribe en el contexto gubernamental del Estado y comprende todas las actividades de los que gobiernan, o aspiran gobernar, los asuntos que afectan a la sociedad o a un país. También es definida como la forma de ejercer el poder con la intención de resolver los conflictos y problemas dentro de una sociedad. Y en su enunciado más excelso la política se define, como la búsqueda del bien común de la sociedad a través del ejercicio del poder. Es así como, el poder ejercido por los gobernantes sobre los gobernados constituye la relación de poder por excelencia, entre los cuales se reflejan diferentes estilos de ejercer el poder aplicado por gobernantes y diferentes tipos de sumisión entre los gobernados. En este sentido, Maquiavelo afirma que la política despierta la lucha por el poder entre los hombres y profundiza en sus planteamientos categorizando el comportamiento de los gobernados, para ofrecer lineamientos de cómo deben los gobernantes, de forma eficaz, lograr sus objetivos de dominio y control sobre éstos para garantizar su permanencia en el poder. Maquiavelo planteaba que la política y lo político se diferencian radicalmente de los demás contextos del quehacer humano, advirtiendo que, en la política, el hombre se transforma y aflora en él su lado más oscuro, manifestándose rasgos como la ingratitud, la hipocresía, la avaricia y la venganza. Desafortunadamente, el “deber ser” de la política se desvirtuó cuando el fin pasó a ser el poder en sí mismo, justificando todos los medios para lograr su máximo objetivo, alcanzar y mantenerse en el poder.

A lo largo de nuestra historia, la política se ha caracterizado por una lucha férrea entre todos los que aspiran alcanzar el poder y los que están aferrados en conservarlo, concentrándose en sus propios fines más que en el fin mismo de la política, que es procurar la máxima felicidad y prosperidad del pueblo. Esta batalla campal, entre el oficialismo y la oposición, basada sin lugar a dudas en la aplicación de los principios de Maquiavelo, ha desgastado a todos los involucrados y ha terminado sacrificando a todo un pueblo por sus mezquinos intereses partidistas y por el orgullo de no dar sus brazos a torcer, creando la falsa expectativa de que la solución a nuestros problemas vendrá del simple hecho de cambiar a unas figuras políticas que representan temporalmente al Estado. Ambos bandos políticos basan su lucha en resaltar los defectos y errores de sus adversarios y nunca reconocer los aciertos; porque sus objetivos, simplemente, son egoístas y avaros, concentrándose en conquistar o permanecer en el poder más que buscar un punto de encuentro para no perjudicar a quienes en definitiva, en democracia, les han asignado la responsabilidad de conducir los destinos del pueblo. 

Un buen gobernante debería ser un líder que guíe y escuche a su pueblo y lleve a la nación a la búsqueda de la máxima felicidad individual y colectiva, para lo cual, deberá tomar decisiones e implementar medidas que, aunque parezcan duras, serán necesarias para lograr el objetivo antes señalado. Hace algunos años, escuché una frase que me impactó, relacionado con este tema, "Un buen gobernante debe ser un estadista y un visionario, cuyas decisiones tomadas hoy favorecerán a las próximas generaciones". Lamentablemente, todos nuestros gobernantes suelen cometer, con demasiada frecuencia, el error de combatir los problemas solamente aplicando paliativos que no erradican la raíz de los mismos, por lo que las consecuencias se van complicando cada vez más.

Seguramente, a muchos se les viene a la mente la famosa frase que se aplica entre los políticos que se confrontan, que a su vez plasma nuestra realidad "quítate tú para yo también hacer lo mismo que haces tú". Si vemos en retrospectiva, todos los gobiernos llegan al poder usando como principal bandera los hechos de corrupción cometidos por el gobierno anterior, sin embargo, después de llegar al poder empezamos a ver como repiten lo que tanto criticaron e inclusive en magnitudes peores. Es triste ver que en el contexto político, ambas partes se critican buscando ver la paja en el ojo ajeno pero resulta que señalan al otro sin moral, ya que, en lugar de una paja tienen una viga en su propio ojo. Desgraciadamente, hay quienes utilizan la política como un camino para alcanzar satisfacer sus ambiciones personales, sin entender que su mayor responsabilidad y fin ha de ser luchar por conquistar y defender los derechos de libertad y felicidad de la sociedad a la que pertenecen.

Es lamentable que los políticos, en su afán de mantenerse en el poder, independientemente de sus tendencias ideológicas, utilicen el populismo como medio para ganarse la venia del pueblo, estrategia que puede ser implementada sin mayores problemas en épocas de bonanza. Sin embargo, cuando llegan tiempos difíciles, ya es tarde para pedirle sacrificios a un pueblo que se le ha acostumbrado al camino fácil y cómodo y no entenderán que tendrán que pagar las consecuencias por culpa de quienes hicieron las cosas mal. Otro medio de consecución de sus fines, ha sido fomentar la ignorancia del pueblo, ya que esto lo hace más fáciles de controlar y dominar. Muy sabia y acertada la frase de nuestro Libertador Simón Bolívar “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”. Por ejemplo, si nuestro pueblo fuera consciente del valor del aparato productivo de nuestro país, exigiría a nuestros gobernantes que las bolsas de comida CLAP incluyeran productos nacionales en lugar de importados. Cada vez que en las mesas de las familias venezolanas estén comiendo harina de maíz, arroz, pasta, azúcar, granos, leche; todos éstos productos importados, estamos contribuyendo a la prosperidad de otros países, ayudando a los trabajadores y pagando impuestos que beneficiarán sólo a otros pueblos, en lugar de apoyar a los trabajadores y al sector privado de nuestro país, quienes en definitiva son lo aportan ingresos al Estado, a través de la recaudación fiscal de los impuestos.

Lo cierto es que, el mayor daño que se le ha causado a nuestro país es a consecuencia de la forma de hacer política, debido a la perversión del hombre, en la que las miserias humanas de muchos políticos, afortunadamente no todos, materializadas en los actos de corrupción han desangrado las finanzas públicas de nuestro país, priorizando sus intereses personales por encima del interés colectivo de un pueblo. Las consecuencias de ésto es lo que hoy padecemos como un proceso hiperinflacionario.

Soy de la opinión que derivado de muchas medidas políticas y económicas, en las que imperó el estilo de liderazgo "dejar hacer dejar pasar", han conllevado a un problema de índole estructural en la sociedad, por lo que debemos entender que, más que un cambio de líderes políticos, debemos iniciar un despertar de consciencia colectiva en todos los extractos de la sociedad, de suerte que se genere una reacción en cadena y logremos grandes cambios que nos lleven a construir esa Venezuela grande y próspera con la que, estoy segura, todos soñamos; pero eso sólo será posible cuando comprendamos que todos debemos prosperar en armonía, sin aprovecharnos los unos de los otros, entendiendo que debemos trabajar y aportar con nuestro esfuerzo un granito de arena para contribuir con el sistema. Sí, me refiero al pago de impuestos, lo que nos da el derecho a exigir a nuestros gobernantes mejores escuelas, hospitales, universidades, infraestructuras viales, seguridad, entre muchas otras carencias que actualmente padecemos. En pocas palabras, para exigir como sociedad debemos cumplir nuestras responsabilidades como ciudadanos, en pleno ejercicio de nuestra libertad.

Esta reflexión ha sido, quizá, la más dolorosa de escribir porque he terminado de comprender que nuestros políticos y gobernantes han aplicado al pié de la letra la teoría de Maquiavelo, cuya fundamentación aparta a Dios de sus corazones, dejando que las peores miserias humanas se apoderen de ellos, tomando decisiones que están hundiendo a todos a su alrededor, e inclusive terminarán por hundirlos a ellos mismos. Ruego a Dios que nuestros políticos y gobernantes reflexionen y obre en ellos el gran milagro de la tolerancia, el perdón, la rectificación y la empatía, para que sean guiados a través del sendero correcto.


AMM.

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